Es necesario disponer de un mayor conocimiento sobre los contaminantes emergentes y sus efectos para fijar criterios de actuación
Existen una serie de compuestos potencialmente contaminantes que no son monitorizados de manera habitual y de los cuales no existen datos estandarizados ni revisados sobre su impacto en la salud humana y en los ecosistemas, los conocemos como contaminantes emergentes. La investigación e innovación en el campo ambiental es constante y eso permite que sustancias que no se habían controlado hasta ahora dispongan de seguimiento y regulación o estas se revisen en función de los avances científicos.
Uno de estos casos es el de los fármacos. Para la mayoría de los productos farmacéuticos no habituales presentes en el mercado global no se dispone de valoraciones sobre su presencia, mecanismos de dispersión ni impactos al medioambiente, aunque ya muchos estudios internacionales aseguran que los niveles de fármacos detectados en aguas superficiales son preocupantes. Este hecho podría asociarse al aumento en el consumo de medicamentos en las últimas décadas, especialmente en las sociedades occidentales.
Las características particulares del diseño de los productos farmacéuticos, muchos de ellos pensados para ser lo suficientemente estables como para poder interactuar con las moléculas diana y lograr efectos a bajas dosis, puede conllevar a efectos indeseados para el medioambiente.
Nuestros cuerpos metabolizan sólo una parte de las drogas o principios activos que consumimos. El resto, así como otros metabolitos, que pueden estar activos o inactivos y que potencialmente pueden transformarse en otros numerosos compuestos, los excretamos y terminan en los desagües, llegan a las plantas de tratamiento de aguas residuales o se dispersan en el medioambiente.
Pero la ingesta de medicamentos no es el único problema. La disposición inadecuada de fármacos caducados que se tiran por los retretes y lavabos, contribuye también a esta «contaminación farmacéutica”.
Afectación a la salud humana
Según la Agencia Medioambiental Europea, existen evidencias sobre los efectos adversos a la salud humana por la exposición a los fármacos, entre ellos, afección a las tiroides, incremento de los niveles de colesterol, daños al hígado, cáncer de riñón, cáncer de testículos y problemas de desarrollo de fetos. Sin embargo, faltan estudios detallados sobre el riesgo de una exposición crónica a bajos niveles de fármacos.
La revista científica PNAS (The Proceedings of the National Academy of Sciences) publicó en 2022 un artículo titulado Contaminación farmacéutica de los ríos del mundo en el que ha participado personal científico de diversos países para recoger y analizar muestras de más de 200 ríos, desde el Amazonas al Manzanares. El 25% de las muestras analizadas en este estudio contenían al menos uno de los 61 fármacos buscados. Las mayores concentraciones de estos compuestos se han encontrado en ríos del sur de Asia, de Sudamérica y del África subsahariana, sobre todo en países pobres, con una deficiente depuración de las aguas residuales o con fábricas de medicamentos. Por su parte, en el río Manzanares se ha detectado un promedio de 17 de fármacos, con picos de casi 60 cuando se va acercando al municipio de Rivas Vaciamadrid, lo que lo coloca como el río más contaminado por fármacos de Europa, en parte a causa de su poco caudal, que le resta capacidad de dilución de la contaminación.
Estos datos señalan que los fármacos constituyen una amenaza global para el medio ambiente y para la salud humana y es necesario investigar y monitorear su presencia en las aguas y sus efectos.
Regulación
En cuanto a regulación sobre la presencia de estos compuestos, en Europa la Directiva de Agua para Consumo 98/83/EC fija estándares de calidad en agua de ingesta que aseguran su salubridad y limpieza. La Directiva original incluía el monitoreo y análisis regular de 48 parámetros microbiológicos, químicos y otros indicadores, en la nueva versión se suman a la lista de compuestos al bisfenol A, fármacos y PFAS, entre otros.
El hecho de que no haya suficientes estudios y conocimiento sobre los contaminantes emergentes provoca que no se siga un control y que, por ejemplo, las estaciones depuradoras de aguas residuales (EDAR) convencionales no los eliminen, ya que fueron diseñadas para eliminar materia orgánica y patógenos, pero no este tipo de compuestos que, además, generalmente están presentes en bajas concentraciones.
La presencia generalizada de fármacos en ríos y efluentes de EDAR es un reto para las comunidades científicas y medioambientales y para las autoridades que deben garantizar la salubridad del agua. Se requiere de un trabajo conjunto de todas las partes implicadas con el fin de definir las mezclas de compuestos que se deben analizar, conocer sus propiedades toxicológicas individualmente o en una mezcla compleja, y disponer de laboratorios que demuestren solidez en su detección, así como entidades de regulación que puedan aplicar criterios armonizados.
Hay un enorme campo de desarrollo para poder conocer, entender, dimensionar y contener esta contaminación, desde la aplicación de nuevas tecnologías de sensado, a alertas tempranas de niveles de fármacos en EDAR o en ríos, entre otros.
El gran desafío en el sector medioambiental actualmente es estar en continuo aprendizaje, ya que las regulaciones, las técnicas de producción, el desarrollo de nuevas sustancias e incluso sus interacciones evolucionan constantemente. Ante este escenario, es necesario el conocimiento de un grupo multidisciplinario de profesionales que generen ideas para resolver cada proyecto. Probablemente no existan soluciones mágicas ni únicas, sino que se espera alcanzar resultados combinando diferentes alternativas y tecnologías para contener esta problemática.